El fútbol me da fatiga

El otro día me preguntaba una suscriptora: Por cierto, cuándo hablas del mundial?

Y luego me dio tres buenas razones para seguir el fútbol, te resumo:

  1. Generar relaciones.
  2. Aprender de estrategia y gestión de equipos.
  3. Entender de gestión empresarial.

Así que, vamos al lío.

A mí nunca me ha llamado la atención el fútbol.

Cero.

Pero hace unos años, estaba al tanto de lo que pasaba en el mundillo. Seguía mucho las noticias, tenía amigos futboleros y sabía que los lunes nos reuniríamos alrededor de la máquina de café con los cuchillos en alto para destripar al seguidor del equipo perdedor.

Que, básicamente, cubre el punto 1.

Hoy no me voy a meter mucho en los puntos 2 y 3. Es cierto que los clubes se han profesionalizado enormemente, que LaLiga es una empresaza en toda regla, que llevar una plantilla implica gestionar a gente con mucho ego y poco recorrido vital y que se puede aprender de todo en todas partes.

Algún día igual te cuento historias jugosas sobre estos puntos, pero hoy no toca.

Hoy, te cuento algo sobre el primer punto.

Te decía que hace unos años, estaba al tanto de la actualidad del deporte. Por motivos X que ahora no aplican, algunos domingos hasta me acompañaba el Carrusel Deportivo y sus pitidos horribles.

Ya no.

Y, es una pena, porque, que no te guste el fútbol, implica perderte una diversión muy accesible. Quiero decir, yo tengo complicado ir a ver un cuadro original de Rothko. Puedo ir al Thyssen, claro, pero si quiero ir a ver más de un cuadro, tendré que pasarme por el MOMA.

En cambio, cada semana tengo en cualquier televisor cientos de partidos. Puedo ir ver partidos a menos de 200Km de casa de equipos importantes. Y, si me conformo con ligas menores, ni eso.

Pero, sobre todo, es una fuente de conversación casi universal.

El caso es que me interesaba por saber de fútbol sin tener un interés genuino en ello, por agradar.

Hasta que, hace unos años, durante la preparación al parto, quedamos con una pareja después de una clase.

Rápidamente, la pareja adoptó los roles clásicos: él empezó a hablarme de su trabajo, ella, asaltó a mi mujer preguntándole por la habitación del bebé.

Aquí me saltó la alarma.

Ya me aburría esa situación.

Seguimos la charla y ya vi que aquello, no iba a ir. Éramos de planetas diferentes.

Hasta que él me preguntó “y, entonces, ¿te gusta el fútbol?”.

Yo no quería ser borde.

De verdad.

Pero solté un sequísimo “No”.

Y le cambió la cara.

¿Hice mal? No. Acorté un proceso que no iba a llevarnos a ningún sitio. Esa persona y yo no íbamos a trabar una amistad y aquel café se estaba alargando innecesariamente.

La moraleja de hoy, que no está explícita, es esta.

Me da igual si te encanta el fútbol. El arte moderno. Clavarte clavos afilados en el cuerpo.

Lo único que me interesa y que debería interesarte cuando te relaciones de verdad con la gente, cuando establezcas lazos más allá de la necesidad superficial de colaborar, cuando busques construir un equipo para luchar contra un reto imposible.

Lo único.

Es la pasión.

Si ese tío no hubiera torcido el gesto y hubiera dicho “estás loco, el fútbol es lo mejor, mira, espera que te cuento…”, las cosas podrían haber sido diferentes.

Pero la gente, tira la toalla rápido.

No me gusta el fútbol.

Me flipa que las personas nos pongamos a trabajar juntas para conseguir objetivos abstractos, difíciles de imaginar.

Me alucina que haya equipos de personas que funcionen como un organismo, sea en un despacho de abogados o en un campo de fútbol. Especialmente si en ambos terrenos son capaces de crear resultados.

Y eso es lo que te cuento cada día.

Poniendo pasión a tope.

Por eso, te digo que no pierdas el tiempo. Tu ve a por lo que te apasione. Y se lo cuentas a otro. Pero pon tu esfuerzo en tu pasión, no en agradar a otros como intentaba hacer yo.

Jorge

Los motivos 2 y 3, molan más. Yo conocí al tipo que llevaba a Ruíz-Mateos de chófer, que acabó de chico para todo en el Rayo. Un tipo que tenía unas historias… hay una serie sobre él, no la he visto, pero creo que no contará ni la mitad.

Se me olvida que no me quieres

Hoy, arranco con el título de una canción que tengo metida en una zona indeterminada de mi córtex prefrontal.

Se me olvida que no me quieres.

Sobre todo cuando es viernes.

Ah, sí, la he escuchado – pensarás. Es de Carolina Durante y Amaia.

No, amigo.

Es de un tipo muy perturbador y entrañable a la vez que se hace llamar Marcelo Criminal.

No te lo voy a recomendar, porque sé que soy un friki al que le gusta gente como Daniel Johnston, y Marcelo es del mismo palo. Hace música con una guitarra que suena mal y un Casiotone.

Mañana te hablo de la música de Marcelo, descuida.

Hoy, me quedo con sus versos.

No respondas mis llamadas.

No merezco tu atención.

Esto dice el tipo. Si lo ves, lo entiendes.

Porque el muchacho sale en los videos con un aspecto nada apetecible.

Así que habla del desamor con conocimiento de causa.

Yo he sido un postadolescente con más desamores que otra cosa, me hacían poco casito.

Aquí viene la conexión cósmica perso-profesional.

En mis primeros años de carrera en el mundo corporativo creía que mis jefes se darían cuenta del tipo brillante que soy y me acabarían ascendiendo.

Ascender rápido, vivir deprisa, ¿está bien?

En la vida, puedes ir rápido o lento. E ir rápido no es necesariamente mejor, he visto a gente estrellándose con tres churumbeles y un matrimonio desastroso que ha estado a punto de salir en las noticias.

O personas con carreras meteóricas que acabaron como el Challenger en el 84.

Lo importante es marcar tú el camino. Que no te lo marquen.

Nadie te va a ascender sólo porque seas bueno y brillante, hay algo más. Tienes que quererlo y que se note.

Si tu meta no es ascender, no pasa nada.

Pero si lo es y te lo mereces, tendrás que cambiar la mentalidad.

Y punto.

Otro consejo. Este, de regalo.

Desvincúlate emocionalmente de tu empresa. Tú, estás unido a unas personas con las que trabajas, no a una marca.

La empresa, nunca te va a querer. Nunca.

Que no se te olvide que no te quiere.

Jorge

Marcelo es friki al cubo. Mi canción favorita, te la digo mañana. Si antes quieres avisar a alguien, te dejo un botón precioso aquí mismo.

El mejor líder de la historia

Si has asistido alguna vez a un curso de liderazgo, te han preguntado esto: ¿cuál es para ti un líder que te inspira?

Ya me conoces. Ahora, si alguien me pregunta eso, le miraría desde Júpiter pensando “animalico”.

Antes, no.

Antes, elegía uno y lo compartía con el resto, como los demás.

Había quien elegía a Steve Jobs. Bueno, dejemos que la historia transcurra y a ver quién se acuerda dentro de unos años de Jobs que, por otro lado, tiene una historia personal bastante chunga y no era un líder amable y compasivo. Era un poco cabrón.

Yo siempre mencionaba a Alejandro Magno porque la historia de un tipo que conquista medio mundo y muere joven, siempre me pareció muy molona, pero Alejandro tuvo que ejercer un pelín de asesinato por aquí y de tortura por allá para conseguirlo. No nos vale tampoco.

Obviamente, el líder ideal solo existe en tu imaginación.

Los humanos, fallamos.

Hoy, si me preguntaran, diría que mi líder favorito es Corto Maltés. Sería mi modo retorcido de decir que no hay un líder de carne y hueso que resista un escrutinio medianamente serio.

¿No conoces a Corto? No sabes lo que te pierdes. Si lo haces, te enamorarás.

Pero yo soy un señoro heterosexual y machirulo. También te enamorarás y hasta dudar de tu propia condición sexual.

Eso es lo que tiene ese personaje. Es terriblemente atractivo.

¿Por qué?

Porque va por la vida creando su propia historia.

Corto nació en Venecia. La Venecia tradicional, la que ya no existe porque ha sido engullida por hordas de turistas, albergaba una tradición mágica que se remonta a la Edad Media.

La madre de Corto, adivina y medio bruja, descubre muy pronto una cosa: su hijo no tiene línea de la vida en la mano derecha.

De adolescente, Corto agarra una navaja y se fabrica una línea de la vida a su medida. Con muerte épica incluida.

Toma ya.

No me digas que no mola.

Amigo líder, querida lideresa, ya sabes lo que tienes que hacer.

No, joder, suelta la navaja, no es eso.

Agarra la vida por los cuernos y sé tú quien escribe el guion.

Esa es la única forma de aprender a liderar.

Jorge

Lo de Corto, no iba por la longitud de este correo. No todos van a ser sábanas kilométricas con japoneses abriéndose las tripas en canal.
Me ha quedado muy Mr. Wonderful este correo. Se protagonista de tu historia. Oh, ah, cuanta sabiduría.
No.
En la vida, te va a tocar hacer mierdas que te van a mandar otros. Y las harás. Pero recuerda, todo el mundo necesita que le digan lo que tiene que hacer.
Lo que te estoy diciendo es que empieces a elegir las cosas que vas a decirles tú a otros que hagan. Y que empieces a decir que no a otros, que no se va a acabar el mundo.

Me hago youtuber


Me hago youtuber

nov 24, 2022

1

Compartir

Ya tengo pisito mirado en Bahamas. Andorra es para pobres.

Hoy el correo va a ser corto, porque ayer Robert y yo estuvimos hablando un rato y lo grabamos para ti.

El video es muy amateur, más todavía que los de esas webs que tú no visitas.

Probablemente está mal iluminado, con un sonido regulero y una edición literalmente inexistente. Y es que, al terminar, Robert dijo Lo subo. Y lo subió.

Y es que, ¿qué mejor lección de un pequeño emprendedor a un tipo curtido en grandes corporaciones que pasar a la acción y probar? Solo por eso, te deberías ver el video.

Ojo.

Una hora y veinticuatro minutos. 1:24. Telita.

Va, para que no te pierdas, te lo pongo fácil:

  • En el minuto 6:15 entramos en harina y te contamos de una forma que entendería un niño de 6 años, qué es estrategia y que no, para que no te la den con queso por ahí.
  • En el 9:26, hablamos de métricas ocultas que no conocemos pero que, si actúas como si las conocieras, te quitarán años de miedo de encima.
  • A partir del 14:50, te decimos el número de métricas que tienes que considerar para gestionar tu negocio. ¿10? ¿20? Mira y llora.
  • ¿Para qué quiero una estrategia? Mírate el 25:40 y dime si no merece la pena tenerla.
  • Solo 5 minutos después, una técnica muy potente que puedes aplicar para entender tu negocio y su evolución.
  • Allá por el minuto 36, me verás explicar el motor de cualquier negocio. De cualquiera. Y cinco minutos después, mierdas que tu cliente no quiere. Y seguimos hablando de las mierdas que añaden las grandes compañías a sus operaciones. Escatología empresarial fina, fina.
  • En el minuto 46:50, una suscriptora de esta newsletter se reirá de mi. Y te contamos como la geopolítica de los 60 ha influido la manera de gestionar compañías para mal.
  • ¿Cómo planifican su estrategia las grandes compañías? Se hizo esperar una horita. Y, sí, hablamos de pasta.
  • Y, 10 minutos después, el motivo por el que todo el mundo te pide datos, pero luego la cagan al usarlo. Salen temas de estos que molan. Buyer persona y mierdas de estas.
  • Luego, una última reflexión sobre la competencia y por qué es buena para ti y por qué deberías hacer justo lo contrario de lo que te recomiendan. Ah, y mencionamos a Antonio Resines y cómo te habla de estrategia en tu cara.

Pues ya estaría.

Si te ves el video, dime que tal. No me cuentes que salgo todo el rato mirando para arriba, de eso, ya me he dado cuenta.

¿Te paras a escuchar a los músicos callejeros?

Cuando vivía en Madrid, tenía un pasatiempo en el metro por las mañanas: observar a la gente. Vale, ahora seguro que piensas que soy un psicópata de manual, un tipo con gafas de pasta que lleva una pala y un bote de cloroformo en el maletero, por si acaso.

No, no iba por ahí.

Me resultaba muy curioso ver esa mezcla de sueño, mala leche, prisa y misantropía.

La gente caminaba rápido, con cara de pocos amigos, empujando a todo aquel que se interpusiera en su camino.

Yo, si podía, iba más despacio. Observaba. Veía a alguna persona con aspecto de haber cruzado el Atlántico para encontrar una vida mejor cabeceando, y me asombraba cómo era capaz de despertar justo en su parada.

O a gente disputándose los asientos vacíos como si les fuera la vida en ello.

Mi momento favorito era cuando aparecía un músico callejero. Ver las caras de molestia de la gente.

Un día, entraron dos chicos, cantaron una versión del Despacito y… se pusieron a rapear. A improvisar rimas sobre los que estábamos en el vagón.

Ese día, volví más contento a casa. Todos lo hicimos.

Había otros músicos. De esos que se ponen en la mitad de un pasillo larguísimo. A esos, por la mañana, temprano, no se paraba nadie a escucharlos. Jugaban la baza de que la música se oía desde centenares de metros.

Había algunos que conseguían algo: que la gente, al pasar, se detuviera, unos segundos solo. O que girara la cabeza.

Pero era muy raro que alguien echara una moneda.

Más extraño aún que alguien se parara delante del músico. Aunque fuera un par de minutos.

Cuando empecé esta newsletter, no sabía lo que pasaría. Ni idea. ¿Gustará? ¿Aburrirá? ¿Espantará?

Ahora ya llevo unos cuantos meses de mensajes. Cada día.

Y, te digo una cosa.

Casi todo el mundo, hace como la gente del metro.

Lee.

Gira la cabeza.

Alguno, se marcha.

Unos pocos, se paran a hablar.

Esos, repiten.

De esos, algunos van a coger a sus amigos del brazo y les van a decir: ven, párate a oír esto.

Los músicos callejeros, lo tienen crudo: casi nunca repiten pasillo.

La lección de hoy es esta: insiste, persiste, tú dale a tu idea. La gente va por la vida pensando en sus historias, con los auriculares puestos, viendo a cientos de personas alrededor, mirando el móvil, viendo los anuncios o las cafeterías.

Da igual que toques que te mueres.

No te van a oír.

Pues tu equipo, igual. Tu cliente, igual. Tus jefes, igual.

Insiste.

Sé la puta gota malaya.

La mosca cojonera.

Cree en ti.

Repite.

Cree más fuerte.

Vuelve a insistir.

Hasta mañana.

Jorge

No te líes, este mensajees para ti. Puedes creer lo que te digo, o tirar la toalla. Tú mismo. Puedes tirar la toalla, claro. Pero si no has insistido 1.000 veces, no lo habrás intentado suficiente.