Ahora es cuando viene la coletilla. Qué sí, que esta te la sabes, lo de “… si hace estas 5 cosas”. O tonterías así.
No, amigo líder, querida lideresa.
Tu jefe es gilipollas… y punto.
Tú, si eres jefe, eres gilipollas.
Yo he sido tremendo gilipollas hasta hace poco. Ya no soy jefe.
A ver.
No hablo de ser idiota todo el tiempo y con todo el mundo. No es eso. Tú, yo, tu jefe, somos sapiens al cuadrado, doy por sentado que tenemos un neocórtex perfectamente operativo.
Entonces, te explico. En realidad, ya te lo he contado antes, pero como esto es un no parar, cada día tengo que repetirme para los nuevos (hola, por cierto): la gente solo sabe hablar de su libro. El tuyo les importa una higa.
Como la semántica es importante, aclaro que con gilipollas me refiero a gente que no sabe ponerse en tu lugar cuando toma decisiones que te afectan.
Si te parece duro, llámalos ensimismados. Yo, prefiero gilipollas.
Me juego el cuello a que tu responsable ha hecho algo en los últimos meses que has pensado, esta persona, ¿de qué planeta viene?
¿Sabes por qué pasa esto? Porque la gente ve la realidad desde su maldita óptica, no desde la tuya. Empatía, te pedirán luego.
Animalicos.
Vamos con la primera historia de hoy y acudo a uno de mis grupos de seres humanos favoritos: los ex-presidentes del gobierno.
En 2007, Zapatero fue a un programa de la tele, en el que los espectadores hacían preguntas. Hubo uno que hizo LA pregunta: ¿sabe usted cuánto cuesta un café?
Titubeos, la mirada de los 1.000 metros y, al final, la respuesta: 80 céntimos.
A ver.
(suspiro).
Mira, en esa época, en mi pueblo, en un rinconcito de la España vaciada, un café costaba ya 1 €. En Madrid, por menos de 1,25 no te daban ni los buenos días, pero no era raro euro y medio.
Que, digo yo, qué costaba decir la verdad. La que sea. Mira, no sé, es que desde que soy presidente, me regalan el café / En el Congreso valen 0,8 €, pero supongo que fuera es más caro / No tomo café.
Cualquier otra cosa. 0,80 €… maldito ensimismado…
Pues mi jefe es genial. Olé tu jefe. O jefa. O jefo. Mi jefe actual es bastante sensato. Lo que mola mucho, la verdad.
Para el resto, para los que sí sufren a un jefe ensimismado, tranquilidad. Como te dirá ese jefe tuyo tan estupendo, lo bueno de tener puntos débiles, es que puedes encontrar oportunidades de mejora.
Aaaaaaaaayyyyyyy, Señor, dame paciencia.
Ahora, una historia más cercana, el motivo por el que te cuento hoy esto.
Ayer, hablando con una amiga sobre la última tontería de sus jefes. Gente pensante y sintiente, tíos y tíos que han levantado una empresa bien, que sale a competir fuera, que tiene oficinas en un edificio alto, con falso techo, salas diáfanas y máquina de café.
Que meten la pata como tú y como yo pero que, cuando lo hacen, no lo pillan. Gente que sale a hablar de su libro y, si no te interesa, es cosa tuya. Que, en lugar de decir, “no tengo ni idea de lo que cuesta un café”, se tira a la piscina como si supiera de qué va la vaina.
Cambia lo del café por el precio de un bonometro, alquiler en el centro, o no poder elegir cuándo vas a la oficina si vives donde Cristo perdió el mechero.
Gente que cobra cifras de 6 ceros que te justifica decisiones absurdas que a ti te afectan al bolsillo como si fuera algo guay para ti.
Ese es el nivel.
Estamos rodeados.
El consejo de hoy. Si ves a alguien portarse así, avísale. Sé una buena persona. Lo más triste es que casi seguro de que ni se ha dado cuenta.
Si eres jefe: cuestiona tu forma de ver las cosas. Porque tú hablas a otros desde un atril, visible o invisible.
Baja.
Y escucha.
Suelta tu libro. Por un momento. Ponte de verdad en la piel de la otra persona. Con todo tu corazón.
Y, por lo que más quieras… no actúes como un gilipollas.
Jorge
Cuando compartas esto (que lo harás), no te quedes corto. Pásaselo a un par de jefes. Seguro que ellos piensan que hablas de sus propios jefes. De nuevo: este es el nivel.
¡Ey, amigo jefe! No estás solo. Yo me he portado como un idiota supino en el pasado. Pero me tomé la pastilla azul. O la roja. Pasé a través del espejo. No estaba Humpty Dumpty, creo que a Humpty Dumpty lo podemos poner en el bando de los gilipollas.