Decía Borges que teatro es el arte en el que alguien finge lo que no es, y hay otro, que es el espectador, que finge que se lo cree.

Hace poco una suscriptora me comentó que Borges, en lo personal, no era un tipo muy atractivo, aunque en lo literario, lo petaba.

Pero, dejemos a Borges de momento, y vamos al turrón.

Todos los días realizas ejercicios de suspensión de la realidad. En el teatro, por supuesto, aunque tú no vas todos los días al teatro.

Cuando ves una peli o una serie. Te sumerges en un universo que no es la realidad, que tiene reglas y normas que son ajenas a la realidad. Mientras sean coherentes, todo está bien.

Esto es importante, porque el problema del teatro o el cine, no es romper con la realidad, sino ser inconsistente con sus propias normas.

Tú puedes ir a ver tranquilamente una peli de Marvel, o El Señor de los Anillos, o Mamma Mía.

En ese universo, si asumes que la gente puede tener poderes, que hay elfos con orejas puntiagudas, o que la gente se pone a cantar a la mínima, y las pelis mantienen la ficción, todo funciona.

Pero si no es así, todo se desmorona como un castillo de naipes.

Y entonces, lo veas o no, solo puedes pensar en una cosa.

Emosido engañado.

Y, entonces, ¿qué pasa en nuestra selva corporativa? ¿En esos paraísos de salas diáfanas con proclamas motivacionales en las pareces? ¿En esos bosques de sillas ergonómicas reposapiés y regletas para enchufes?

Pues pasa…

Qué va a pasar.

Pues lo mismo.

O te crees que esto sólo vale para la tele, las pelis o el Benidorm Fest.

No, amigo líder, querida lideresa.

Con la coherencia, no se juega. Tú puedes trabajar en una organización con la realidad suspendida.

Un mundo ideal en el que cobras no solo en euros, sino en salario emocional, ya tú sabes, charlas de mindfullness, cocina macrobiótica o yoga.

En el que los líderes son seres vulnerables, gigantes sensibles, temerosos, amables y trémulos.

En el que el camino no sólo lo marcan los accionistas o el consejo de dirección, sino cada empleado con autonomía y propósito.

Todo bien, de verdad. Si el relato se sostiene y se practica con el ejemplo, todo funciona.

Pero, si deja de haber conversaciones serias sobre el salario material, el contante y sonante que te ayuda a pagar las facturas…

Si los líderes hacen lo que les sale de lo profundo del ombligo sin dar explicaciones…

Si al final las decisiones gordas, las toman los dueños de las acciones aunque se intente vestir de otra cosa…

Pues la cosa, hace aguas.

Pero, espera.

Espera un momento…

¿Qué es lo que haces tú?
Porque, hasta aquí, no hemos hablado de ti.

De tus promesas. ¿Las cumples? ¿Mantienes tu palabra, o vives en ese mundo de triple realidad en la que piensas una cosa, dices otra y haces una tercera?

Porque si no es así, eres igual que todos los demás de los que hemos hablado más arriba.

Si ayudas a mantener los fallos en Matrix, eres un Agente.

Ahora, ya tienes algo que pensar durante el puente.

Jorge.
Hoy he sido cruel contigo, a veces, toca serlo.
Piensa que, mejor aquí, leyendo una newsletter, que en el mundo real.
Oye, si has llegado aquí por casualidad, puedes darle al botón de abajo y tomarte la pastilla azul.
La roja no la quiere nadie.

Borges se hubiera suscrito, aunque solo fuera por nuestra afición compartida por los laberintos.