El otro día me escribe Luis, psicólogo que quiere hacer crecer su negocio, y me pregunta que si me puede hacer unas consultas sobre newsletters y escritura persuasiva, ya sabes, copywriting, copy, para los colegas.
“No tengo ni idea de copy. No he hecho cursos, no me he formado, no sé de esto”. Luis se quedó pillado, porque le parece que doy el pego. Soy como un camaleón, finjo bien.
Así que le propuse que habláramos, me contara qué quería y grabáramos la sesión.
Esa charla, esa media horita larga de consultoría, vale dinero. Así se lo dije a tu amigo. Al que te ha mandado aquí.
Como yo soy un tipo altruista, no se la voy a vender. Se la daré cuanto tú y otras cuatro personas, os vengáis a mi mundo.
Y tú, ¿qué ganas? Vas a recibir un correo mío todos los días. Con una historia que te va a inspirar, te va a cabrear o te va a enseñar algo.
Cada día.
Para ti.
¿Por qué deberías apuntarte? Pregúntale a tu amigo, yo no tengo ni la menor idea de por qué considera que esto es valioso.
Solo sé una cosa.
A esa persona, le encanta. Y, posiblemente, a ti también.
Ya sabes, solo necesito dos cosas:
Te veo mañana.