En algún correo enterrado en la bandeja de entrada de los lectores que ya llevan tiempo aquí, he hablado de Harlan.

Harlan Ellison. Novelista de ciencia-ficción, mente retorcida e influencer en una época en la que ser influencer no era una profesión y por ese motivo, quizá no conoces al bueno de Harlan.

Este tipo tiene relatos increíbles. Porque, como Edgar Allan, se especializó en novelas cortas, cuentos, relatos. Te paso un par de títulos, solo para que alucines: No tengo boca y debo gritar¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-Tac.

En otro relato suyo, alguien le pasa un pedacito de papel a otro alguien, detective privado, que tiene que cumplir una misión. En el papel se puede leer: coordenadas geográficas para localizar mi alma. El del papel, era un hombre-lobo.

No me digas que no es flipante.

Ahora igual ya sabes de dónde me viene parte de mi tontería. De leer a enfermos como este.

Harlan, tiene otro relato.

Se llama El pájaro de la muerte.

Ponte en situación, el cuento, es de los 70.

Temas que hoy nos parecen normales, entonces, no lo eran.

En este, hay dos historias cruzadas. Ojo, que convergen.

En una, el protagonista acompaña a su perro al veterinario para poner fin a su sufrimiento. El perro mira tiernamente al humano, al sapiens al cuadrado.

El dueño, entiende. Comprende que su amigo perruno, lo que quiere es no transitar solo al otro lado.

Que el perro necesita calor, cariño, amor.

No me dejes solo.

Qué frío me ha dado escribir esto, joder. Qué poco decimos esas palabras, no me dejes solo.

En fin, sigo.

Hay otra historia. La de la madre del protagonista.

La madre, sufre, las está pasando canutas. Tiene dolor, dolor interminable, inabarcable, indescriptible.

Y solo pide una cosa a su hijo. Al que acompañó al perro mientras transitaba a la tierra soñada por Iker Jiménez.

La madre le dice: utiliza la aguja.

La aguja, que la va a liberar de todo: emoción, pensamiento, sentimiento.

Son dos cosas.

No me dejes solo.

Si me quieres, líbrame del dolor.

Esto, son las dos cosas que, en secreto, queremos todos.

Tu equipo, tu cliente.

Tenlo presente. Deja de tatuarte Carpe diem y mierdas.

No me dejes solo. Líbrame del dolor.

Si entiendes esto, estás en el percentil 5 de los que entienden la vida.

La corporativa, también.

Un abrazo gordo, que hoy, después de esto, te hace falta.

Jorge

Uffffffff. Vaya bajonazo, ¿no? Ya rebajo, ya. Hay una alusión velada a otro libro en el tercer párrafo. Si alguien es capaz de adivinarlo y quiere una mención en el correo de mañana, con responder a este correo, lo tiene hecho.
Sí, hay versión cinematográfica. Sí, tiene que ver con una omisión.