El ser humano es pésimo haciendo algunas cosas. Es nefasto, por ejemplo, recordando elementos concretos.

¿Esto es malo?

No necesariamente, en su lugar hemos desarrollado técnicas mucho más potentes. Por ejemplo, somos capaces de pensar en el concepto árbol, como algo no específico, sino como la suma de una serie de elementos comunes de cada individuo.

Esto, es de primero de Filosofía, tampoco te creas que lo que te acabo de escribir es canela fina intelectualmente hablando, si tienes más de 12 años, esto lo conocías.

Lo bueno, ya sabes, va al final. Por si tienes prisa y quieres ir al grano. Aunque lo divertido, viene ahora. Aquí es donde me las doy de pedante y te hago un despliegue intelectual del copón.

Bordes, obsesionado con los laberintos, concibió algunos de los más retorcidos que se hayan imaginado. En el relato Funes el memorioso, imagina un laberinto terriblemente cruel: el de un hombre incapaz de olvidar absolutamente nada.

Para esta persona, hablar de un árbol, carece de sentido. El chopo enfrente de tu oficina, no es un árbol, ni siquiera un chopo. Es el chopo de enfrente de tu oficina hoy 22 de noviembre a las 9:15, que es cuando estás leyendo esto.

Pero es diferente al chopo de ayer a las 16:40, cuando las nubes cubrían el cielo y le daban una tonalidad algo azulada.

La crueldad de no poder olvidar nada.

El resto de los humanos, olvidamos.

Como olvidamos, pero necesitamos hablar de cosas, de árboles, de clientes y de coches autónomos en los que la gente se esconde para amarse, inventamos conceptos.

Como inventamos muchos conceptos, los agrupamos.

-Mira, Linneo, un conejo, una paloma, un boj.

-Mmmmm… son seres vivos, pero de especies diferentes, deberíamos agruparlos por categorías.

Así nació la taxonomía. Bueno, así, no, la conversación es invent, claro, pero me encantaría pensar que fue así.

Una taxonomía es una clasificación, una agrupación de cosas semejantes, ya sabes, los seres vivos se distribuyen en reinos, el animal, vegetal, fungi, protoctista y monera. SI no conoces el protoctista, bienvenido al S. XXI.

Los animales se van subdividiendo: vertebrados, que a su vez se dividen en mamíferos y así hasta llegar al homo sapiens sapiens o sapiens al cuadrado que recibirá esto hoy.

En el ámbito laboral, usamos taxonomías, claro que sí.

Son muy prácticas para entender el negocio.

Una vez prospecté para hacer un proyecto muy chulo con un cliente.

El plan era el siguiente: el cliente recibía una serie de documentos, un ser humano pensante y sintiente, un sapiens al cuadrado, recibía el documento y lo clasificaba.

En función de la clasificación, lo enviaba a quien correspondía.

Pensarás, qué coñazo.

Eso pensaban aquellos humanos.

Así que, dijimos: oye, pongamos un robot. Un robot puede hacer esto muy bien. HAL 9000, DeepBlue o Terminator, no, un robot de estos modernos que procesan cosas. Así que, hablamos, hablamos para que nos explicara su tarea.

-Amigo cliente, ¿qué criterio sigues para decidir a quién envías el documento?

-Oh, tenemos una taxonomía, en función del tipo de documento, a unos u otros.

-¡Qué listos! Enséñamela, corazón.

Aquí viene el turrón.

Los documentos en cuestión se tenían que enviar a tres o cuatro áreas. Te pongo un ejemplo: si eran documentos que hablaban de averías, a soporte técnico. Si eran cosas de facturas, a un área dentro de finanzas que era la que hacía los cobros. Luego estaban los de atención al cliente… y poco más.

Ahora, adivina.

A base de clasificar y reclasificar, añadir casuísticas y agregar información espúrea, ¿tú sabes qué número de taxonomías recogía aquel Excel?

Te dejo un par de segundos.

Quizá creas que las 4 categorías, habían crecido.

No sé, a 14…

… o quizá, alguna más, aquello llevaba 10 años usándose, no sé, 25…

… no, si fuera eso, no me estaría alargando, ¿50?…

… vale, vale, 100, 100 taxonomías…

… ¿no?…

No.

Novecientas. Novecientas putas taxonomías.

Que tú, ves eso, miras al de enfrente, sonríes, pero por dentro estás pensando no sé cómo no habéis quebrado.

Porque amigo líder, querida lideresa, esto sólo era un ejemplo. Los seres humanos acumulamos capas de objetos inútiles y no nos desprendemos de ellos solo por si acaso.

Por cariño, por miedo, por pereza.

Hoy, un consejo rápido que te va a hacer destacar entre la multitud de homo sapiens al cuadrado que pululan por las oficinas.

Simplifica. Y despréndete de lo que ya no sirve.

Como eres una persona inteligente, estarás algo zarandeada ahora mismo.

Te envío un abrazo enorme.

Simplifica tu martes.

Jorge

Simple no significa simplista. Ojo, son dos cosas distintas. Einstein, gurú de profesión y físico aficionado, decía aquello de que hay que simplificar las cosas hasta el máximo y parar ahí, porque si no, pierden su esencia.
Como ya sabes, toda esta sucesión de palabras, citas a Borges, apariciones de Linneo, referencias cruzadas a mis correos anteriores, llamadas a la acción y demás vainas, tienen un único propósito: que te enamores de mi excelente prosa hasta el punto de que no puedas refrenar el ardor de leerme cada día, compartas mis correos como si estuvieras preso de una posesión irreflenable y que ya no vuelvas a mirar igual la idea del coche autónomo.
Como diría Benedetti, mi táctica son muchas cosas, mi estrategia, es más simple. De estrategia hablaré pronto y podrás verlo. Avisa a tus amigos, la fiesta va a ser épica.