Esta frase tuvo cierto éxito hace ya unos años. Bastantes, la verdad.

La decía Harry el Sucio.

Igual no conoces a Harry.

Era un policía con el que no te quieres encontrar, de los que te hacen tenerle miedo a la policía. Ya sabes, un tipo que te apunta con un pistolón (un revólver, para ser preciso), te mira a la cara, mueve un poco el labio inferior y te suelta, con la voz de Constantino Romero: ¡Anda, alégrame el día!

Pues así va mucha gente por la vida.

Estresada, desafiando.

Y, mira, no.

Alégrale el día a otro bien.

Dile algo positivo sincero. Yo qué sé. Que lleva bien las reuniones. Que hace unos informes espectaculares. Que huele bien.

Lo que sea.

¿Te sale del corazón?

Pues no te calles.

Dilo.

Haz del mundo un lugar mejor.

Alégrame el día.

Jorge

Corto, ¿p’a qué más? Mañana, un correo de refrito. Te aviso ya, por si ya lo conoces. Sale Cyrano. Ah, cómo mola ese mensaje. Aunque, igual, algo cambio…

Sí, hace dos días terminé el correo hablando de alegrar el día a alguien. Voy soltando pistas en los correos, para que no te despistes. Si eres de los que ahora van a la bandeja de entrada a abrir el correo de hace dos días, pero no has enviado a nadie este otro correo… Creo que deberías hacértelo mirar.